Gimnasia afronta otro clásico con la imperiosa necesidad de ganar y corchar la racha adversa. En el Bosque, ante su gente, no puede volver a falla. La premisa pasará por ganar en confianza y maniatar al rival. OPINIÓN
La ley de que los clásicos no entienden de realidades ni de momentos futbolísticos, quizás sea solo una frase hecha del fútbol, o quizás solo alude a las presiones que caen sobre los equipos cuando se siente que un mero encuentro deportivo se transforma en un acontecimiento en el que caer derrotado es tragedia. Pero sin dudas, si tiene algún asidero esta verdad de perogrullo, Gimnasia debe aferrarse a ella y a la memoria, de otros tiempos, donde el Lobo empezaba y terminaba de pie todos los clásicos platenses.
Es claro que, para revertir ciertas situaciones, primero hay que saber identificar el problema, el lugar desde donde parte la causa de todos los síntomas. En este Gimnasia, frente a las últimas versiones de Estudiantes, el problema, la causa del problema y sus síntomas tienen lisa y llanamente un origen y un final: lo mental. Se dice que un deportista puede estar tan bien físicamente y tener todas las cualidades y habilidades, pero que si no se acompaña con una fortaleza mental esto no sirve de nada, y que los fuertes de mente saben compensar falencias técnicas y físicas.
Claramente Gimnasia no está escalones abajo de su clásico rival como lo estuvo hace algunos años, y si hay diferencias son mínimas. Y en los clásicos, las cosas siempre se emparejan. Llevar la memoria al año 2010, donde sin dudas Gimnasia enfrento el clásico en aquella segunda fecha del Torneo Clausura, sabiendo que Estudiantes ponía en cancha al mejor equipo que pudo parar en décadas, y que la distancia entre ambos era amplísima. Sin embargo, el equipo de Cocca no solamente ganó, sino que lo hizo con contundencia.
Esto no se pudo repetir en los choques que siguieron, en algunos momentos más parejos y en otros menos, en la mayoría Gimnasia claramente falló en lo mental en los encuentros en los que las circunstancias parecían favorecerlo. No es dar vuelta esta tendencia sin un triunfo que lo respalde, pero tampoco es sencillo llegar a ese triunfo sin tener la confianza, sin sacarse ese “miedo a ganar”, que Gimnasia parece mostrar por momentos cuando se trata de jugar el clásico.
El último derby tuvo tanto peso que generó la salida de un entrenador con grandes pergaminos en la institución como Pedro Troglio, de quien pueden decirse cosas positivas o negativas, pero nunca negar que el lazo sentimental con el club es claro y notorio, y quizás eso también pesó en el trámite de algunos partidos. Ahora es Gustavo Alfaro, una nueva cara, un entrenador que sabe, tiene muy claro, que de perder con Estudiantes el crédito puede enflaquecer notablemente, pero de ganarlo le dará un espaldarazo que le permitirá trabajar con tranquilidad y confianza en lo que se viene.
Lo mental, la confianza, el orgullo, también el fútbol, la gente, el aliento constante, el saber ganar cuando domina, pero saber levantarse en la adversidad, todo eso tiene que tener el Lobo en el día de hoy, y sobre todo memoria. Memoria para saber que tiene con qué... memoria para recordar cuántas veces el rival de siempre quedó de rodillas a sus pies, cuántas veces La Plata se vistió de azul y blanco, y que muchas veces más pasará cuando este equipo logre sacarse esta espina que tanto viene lastimando.
