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Fútbol

17-09-2014

EL QUE NO ARRIESGA NO GANA

¿Cómo afrontar partidos de este calibre? El Lobo no lo sabe y la responsabilidad es de muchos. OPINIÓN

En el primer tiempo Gimnasia no jugó. El rival, mucho más inteligente y decidido –aclaremos que el rival, pese a tener más recursos en cuanto a jerarquía de planteles, no es el Bayern Munich–, impuso el ritmo del juego y marcó territorio de entrada. Y no tanto por virtudes propias, sino más bien por la excesiva precaución que significó el planteo de un DT que, a esta altura, parece agobiado: Pedro Troglio.

Troglio es la persona que más ha hecho por Gimnasia en los últimos tiempos después de Griguol. Troglio es el abanderado gimnasista por excelencia. Pero Troglio no es intachable: a menudo falla en los planteos y equivoca los caminos. Pero claro, sería injusto dejar de mencionar que lo que tiene Troglio es lo justo y que Troglio hace limonada con pomelos. Acaso por eso, no resultaría noble caerle al entrenador tripero en forma exclusiva.

Volvamos al partido. Si en el arco hubiera estado cualquier otro que no fuera Monetti, Gimnasia habría visto sus ilusiones aniquiladas en menos de lo que dura un pestañeo. Los dos Fernández están en una nube. Álvaro y Nacho, dos de los que se espera mucho más de lo que dan, evidencian falta de confianza y precisión. Entonces Mendoza, solo por izquierda, hace lo que puede sin socios de su nivel. Además, que Pouso entregue dos pelotas seguidas en forma correcta es una quimera, y que Rojas sea salvación es utopía. Ya sabemos que Oreja en ataque no sirve. Y después está Licht. El número diez que juega de tres. Licht es el capitán perfecto y nunca le caben reproches.

Ahora sí que se siente la partida de uno de los mejores futbolistas que ha dado el semillero en el último lapso: Franco Mussis. Porque Mussis, ese tanque invasor que desestabilizaba territorios ajenos, se hacía cargo de la pelota. La pedía y la tomaba y encaraba y hacía jugar y Gimnasia era agresivo. Y ahora Mussis no está, entonces ya no hay quien se haga cargo del suministro del juego.

Lo del plantel corto es una realidad que duele y que pasa factura a cada segundo. Daniel Onofri hizo todo mal: sacó provecho del torneo de transición y se desentendió de atender las necesidades básicas de un plantel que hasta hace dos meses atrás encararía la famosa triple competencia. Así y todo, mantuvo las bases de un equipo titular que (seamos sinceros) pintaba para producir algo bastante más decoroso de lo que produjo hasta hoy. Es más: si se analizan los encuentros que Gimnasia jugó con su once titular, en ninguno de ellos se vio superado por sus rivales desde el juego. En ninguno, salvo en los dos clásicos.

Entonces, el problema latente es el cómo afrontar los clásicos. ¿Gimnasia lo hace con temor? A juzgar por lo que vimos, sí. Temor a ser lastimado. Entonces emergen los planteos timoratos y especulativos, producto del autoconvencimiento de que “el rival tiene más”. Pero el rival no tiene mucho más. El rival comprende mejor cuáles son las consignas del juego, estudia las instrucciones e implementa su propio libreto a sabiendas de las precauciones extremas que toma Gimnasia.

No es casualidad que después del gol de Vera el partido se haya dado vuelta como una tortilla. El que tomó las riendas fue el Lobo, pero solamente porque la situación lo obligó. Allí sí, en desventaja, Gimnasia se acercó bastante más a lo que todos pretendemos: lateralizó el juego, creó sociedades, generó aproximaciones limpias y bien pudo haberlo empatado.

Queda la sensación de que a Gimnasia le conviene mentalizarse en que pierde desde el inicio. Es decir, hacer de cuenta que los partidos empiezan 0-1 en contra y atinar a buscar el empate desde el vamos. Quizás así, el Lobo logre morder primero que su rival de una buena vez.

Lo bueno del fútbol es que siempre hay revanchas. Y en este caso, será en la inmediatez. Está claro que lo más importante era ganar en la Copa, pero eso ya está. Fue un mal trago acentuado con el papelonazo del enano brujo: un episodio lamentable que nos expuso como objeto de burla ante los ojos de todos los medios nacionales; un yerro aterrador de una dirigencia que volvió a demostrar ser fiel amiga de la paparruchada.

Para cerrar: el sábado no hay lugar para las especulaciones. El sábado se toma el corazón y se juega con él en la mano. Siempre es mejor perder jugando a ganar que perder jugando a no perder. Y como el que no arriesga no gana, el Lobo deberá arriesgar, ganar y apaciguar el dolor de haber perdido una serie internacional histórica.


Agustín Colianni

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