Hoy cumple años quien, quizás, haya sido el mejor jugador que dio Gimnasia en su historia. Guillermo Barros Schelotto, un ídolo tripero sin fecha de vencimiento. OPINIÓN
“Fue el gol más lindo que hice en el Club, por la definición y sobre todo porque el pase me lo dio mi hermano”, dijo Guillermo en la pared de 57 y 1 con gol a Sessa. Los tres goles en la Bombonera. La picardía para de un tiro libre rápido en el Monumental. La Copa Centenario. Mandarla a guardar a Chilavert en Liniers. Ir a gastar a los pinchas a la sede el día del descenso. Una pintura contra Banfield en el Bosque. Un gol en Bajo Flores para silenciar al rival. Clásicos con bailes. Pasear a Larrosa –único gol en primera- contra la tribuna pincha en Necochea. Un gol en Córdoba sobre la hora. Cientos de centros al pampa Sosa. Una foto con Timoteo.
Guillermo es todo eso. Es la picardía y la gastada. La calle y el olfato de gol. Es volver viejo, es descender y llorar, es errar penales contra el Lobo. Guillermo nada tiene que ver con Troglio, pero genera las mismas antinomias. “El mellizo es una bendición del potrero”, dijo Roberto Perfumo alguna vez.
Un fútbol con lógica concentrada –Macri y los 90- se los llevaron puesto a los mellizos a Boca, con limosnas para el Lobo. Sentenciarlo por gestos políticos, sería caer en recortes que nada tienen que ver con los recuerdos más lindos en los mejores equipos que tuvo el Lobo en su historia.
Guillermo es Gimnasia, nos da broncas y alegrías, nostalgias y tristezas. Si fuera perfecto, sería aburrido. ¿Habrá alguno igual?.
