No hay recetas mágicas, Gimnasia debe construir una identidad de juego que se mantenga en el tiempo. Hay ejemplos a la vista.
¿Cómo nos ven los rivales? Es la pregunta que hay que hacerse. Desde aquel equipo agresivo en pocas transiciones de Pedro en 2013-2014 que el Lobo no tiene argumentos sólidos para dar fundamento a una filosofía que le dé seguridad.
El Lobo sumó menos de lo que necesita, con lo que tiene no le alcanza. Si bien hace cinco que no pierde como local, son cinco puntos que lo separan de una esperanza cuando quedan 30 en juego. Un panorama más complicado que aquel encarado en 2011 cuando perdió la categoría.
Este proceso es claro porque va de la mano con el inicio de la gestión. Se pasó de Alfaro a una apuesta al largoplacismo con Soso que se interrumpió a los seis meses por “falsas promesas”, parches con Sava que fracasaron, el manotazo de ahogado con Pedro y la mala racha de Ortíz condenaron a Gimnasia, quién hasta hoy no tiene una líneas de juego clara, una identidad que lo diferencie del resto.
Podrán decirse contraargumentos de un club marcado por actores poco ejemplares, pero en lo deportivo Defensa y Justicia desde Holan para acá trató de mantener una línea de entrenadores que prioricen el protagonismo y la tenencia de pelota. Con recursos similares a Gimnasia, hoy el conjunto de Varela está en zona de copas y cómodo en los promedios.
Hace unos quince años Lanús decidió emprender un camino distinto al habitual. Con dirigentes organizados y que rotaban en el puesto, eligieron perfiles similares de entrenadores y le dieron muy buenos resultados en torneos locales e internacionales. El pibe que sube a primera debe conocer la historia reciente.
Vélez atravesaba una situación similar al lobo en los promedios un par de años atrás. Apostó a un entrenador con una idea de juego definida y costó al principio, pero la tolerancia hizo que continúe y haya dejado el cargo con su equipo en zona de copas. Heinze se fue poniendo en valor a jugadores del semillero y con su plantel potenciado a futuro.
Hoy el Lobo ha cambiado más de la mitad de sus jugadores desde que cambió el entrenador. Han llegado caras claves por línea y deberá potenciarlo, cuidarlo y mantenerlo en el tiempo. Aun así, no ha construido una idea de juego que lo permita pensarse en el tiempo con las generaciones que vengan.
Es hora de definir una línea y bancarla, en tiempos de intolerancia y hartazgo. No habrá recetas mágicas, el camino es el trabajo con una clara comunicación entre las partes para cambiar el rumbo histórico que ha tenido Gimnasia.